Uno de los factores más determinantes de la aparición de consecuencias en la salud física o mental de las personas, es la gravedad del hecho experimentado. El grado en que nos afecta una experiencia, tiene que ver con su intensidad y nuestra manera de interpretarlo. Un hecho estresante nos afecta especialmente cuando es:

  • Repentino
  • Prolongado
  • Repetitivo
  • Intencional

Todas ellas son características que disminuyen nuestra capacidad para controlar la situación y desarrollar estrategias efectivas de afrontamiento. Que ponen en entredicho nuestra visión del mundo. Por ejemplo, el uso intencional e injustificado de la violencia plantea un cuestionamiento directo de la creencia de que la mayoría de la gente que me rodea es esencialmente buena. ¿Cómo vivir en un mundo en el que hay personas que son capaces de hacer daño permanente a otras, aparentemente sin motivo o con motivos injustificables?

Pero además, toda experiencia extrema puede llevar asociado un significado que determine las consecuencias del mismo. Un ejemplo de esto son las secuelas tras una violación sexual (tanto masculina como femenina). Las consecuencias dependen no sólo del uso de la violencia, sino de factores como que el agresor sea familiar de la víctima. Esto hace que la violación se relacione con factores derivados de nuestra relación con esa persona. En este caso nos podemos plantear nuestra visión del pasado y del futuro.

Por otro lado, cuando nos sentimos especialmente vulnerables (p.e. catástrofes naturales, terrorismo, incomunicación o tortura) resulta determinante el terror que surge de no poder hacer absolutamente nada ni por escapar, ni para controlar lo que está ocurriendo. Esas sensaciones pueden conducirnos a un estado en el que nos sintamos completamente indefensos. Estos sentimientos sólo son una reacción de indefensión natural que puede ser superada recuperando gradualmente nuestra actividad y habilidades para afrontar la vida.

Por otro lado están nuestras características personales. Los estudios indican que las consecuencias que tienen que ver con rememorar imágenes, pensamientos o percepciones de los hechos que se vivieron son los que más directamente se relacionan con el nivel de cercanía e implicación en la experiencia. Sin embargo, las relacionadas con nuestras emociones y estado de ánimo parecen estar más ligadas a factores constitucionales y al modo en que enfrentamos la realidad.

Otros factores de riesgo son la existencia de experiencias anteriores que hayan creado una mayor vulnerabilidad (historia de separación temprana de los padres, de abuso en la infancia u otros) o la existencia de síntomas psiquiátricos previos a la exposición. Hablar de factores de riesgo sólo significa que son elementos que pueden ser relevantes, pero no que resulten determinantes. Como veremos más tarde, una asimilación positiva de estos sucesos puede suponer un factor de protección en lugar de vulnerabilidad, por haber supuesto un aprendizaje previo de habilidades en condiciones adversas.